Vie. Abr 19th, 2024

MADRID, 29 (SERVIMEDIA)

Jon Santacana y Miguel Galindo, que formaron una de las mejores parejas de esquiadores paralímpicos de la historia, inspiraron este martes a decenas de personas con discapacidad en una charla en la que hilvanaron su trayectoria deportiva con los avances tecnológicos aplicados al esquí alpino.

La charla, titulada ‘Lo que la innovación y las nuevas tecnologías nos han permitido alcanzar’, fue impartida en Madrid en la sede del programa ‘Por Talento Digital’, impulsado por Fundación ONCE.

Sabina Lobato, directora de Formación y Empleo, Operaciones y Convenios de Fundación ONCE y directora general de Inserta, comentó que Santacana forma parte del programa Trainers Paralímpicos, que ha llegado a más de 45.000 personas a través de conferencias y actividades diversas en empresas y Administraciones públicas impartidas por deportistas paralímpicos.

Lobato indicó que la tecnología en el deporte paralímpico ha supuesto en los últimos años avances en deportes como el atletismo, el baloncesto en silla de ruedas y el tenis en silla de ruedas (diseño de material para alta competición), el esquí alpino (uso de intercomunicadores Bluetooh para guiar a deportistas con discapacidad visual), ciclismo (cambios electrónicos en bicicletas para deportistas con parálisis cerebral), boccia (simulador con videoconsola Wii) o natación (estudio de la brazada con cámaras de imagen superlenta).

Santacana logró nueve medallas en cinco Juegos Paralímpicos (tres de oro, cuatro de plata y dos de bronce), 17 en campeonatos del mundo y tres Copas del Mundo. Compartió la mayoría de sus éxitos con Galindo, que fue su guía durante 17 años, entre 2002 y 2019.

El exesquiador donostiarra explicó a los asistentes a la charla cómo pudo superarse a sí mismo, pese a algunas lesiones graves, para esquiar incluso a 120 km/h con una agudeza visual de un 5%.

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OCHO AÑOS

La historia de Santacana comenzó cuando tenía ocho años. Al salir de un restaurante tras comer con su familia, comenzó con su hermano a leer matrículas de coches, pero sus padres se percataron de que algunas de ellas no las veía a cierta distancia.

Los padres de Santacana, que tenían miopía, pensaron que su hijo había heredado tal condición, pero un año de visitas en ópticas no dieron con la solución hasta que un catedrático de oftalmología en Bilbao habló por primera vez de que podría tener una enfermedad degenerativa, lo cual desanimó al futuro esquiador. Así que los padres compraron una autocaravana con el fin de que sus hijos pudieran disfrutar de la naturaleza y olvidar su discapacidad, puesto que al hermano de Jon le diagnosticaron la misma enfermedad genética.

Santacana tenía unos tíos y un abuelo que esquiaron, así que la familia decidió un día acudir a una estación de esquí y ahí Jon descubrió su pasión. «Es una mezcla de sensación de deslizamiento, como el patinaje sobre hielo, y muy rico a nivel sensorial. Me enganchó mucho. Era un riesgo, pero también una emoción», comentó.

De carácter inquieto, Santacana veía competiciones de esquí, se conocía los catálogos de material deportivo y un día descubrió un artículo de una esquiadora que participo en los Juegos Paralímpicos de Invierno de Nagano en 1998.

Así que contactó con la ONCE y la Federación Española de Deportes para Ciegos. Una primera concentración en Andorra sirvió para que conociera a su primer guía, Raúl Capdevila. Ambos entraron en el equipo nacional, pero su compañero tuvo que dejar la competición. «Era difícil porque implicaba estar 250 días al año fuera de casa», comentó. A finales de 2002 Santacana conoció a Galindo, con quien labró una exitosa carrera deportiva que se prolongó durante 17 años.

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Poco antes de los Juegos Paralímpicos de Turín 2006, Santacana se rompió la tibia y el peroné. Su ilusión le llevó a competir con una férula de fibra de carbono que protegía la pierna lesionada dos meses antes. «Era una especie de espinillera forrada por dentro con unas espumas», recordó.

Después, se marcaron como objetivo los Juegos Paralímpicos de Vancouver 2010. Santacana sufría en las pruebas de velocidad, donde pasaba miedo a 120 km/h. «Necesitaba información para mejorar. A veces llegábamos a meta y me echaba a llorar de lo mal que lo había pasado», comentó.

EQUIPO MULTIDISCIPLINAR

Santacana y Galindo empezaron a rodearse de un equipo multidisciplinar con fisioterapeuta, entrenador, médico y ‘skiman’ (o mecánico de esquís). «Tuvimos años muy buenos, con grandes resultados hasta llegar a los Juegos de Sochi 2014, cuando volví a vivir una pesadilla», indicó.

No en vano, Santacana se cayó al suelo en un entrenamiento en Australia y los médicos le detectaron la rotura de un tendón de Aquiles, una de las peores lesiones para un deportista. Su recuperación hizo que consiguiera dos medallas junto a Galindo.

Por su parte, Galindo explicó que inicialmente se comunicaba con su compañero a través de un laringófono, con el que le daba directrices por radio mientras cada uno portaba un auricular, pero transmitía información de mala calidad y con interferencias.

Ambos también probaron el ‘grito pelao’, es decir, Galindo transmitía instrucciones a viva voz mientras se giraba constantemente para ver a Santacana. Pero la sincronización dejaba mucho que desear.

Así que encontraron la solución en instalar unos intercomunicadores en los cascos, que emitía las órdenes de Galindo mediante un micrófono vía Bluetooth. Ese sistema era pionero en el ámbito internacional y al año siguiente se expandió entre los rivales.

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Pero Santacana y Galindo supieron sacarle el mayor partido con un lenguaje de palabras sencillas, algo que no todos sus competidores hacían. «Empezamos a mejorar. En los Juegos de Vancouver fuimos capaces de hacer unas de las mejores carreras de nuestra vida y ganamos el oro en descenso», señaló el guía.